15/11/09

Confesiones desde una ventana desierta

Parece ser que las vacaciones duraron mas de la cuenta. Menos mal que eso me sirvió para hacer nuevos amigos, y volver a recuperar a otros antiguos. Tetsuo y Kaneda ya no están pero no se si volverán. Mi vida en la ventana es demasiado rutinaria. Todas las mañanas cojo mi ukelele y canto, con unas gafas de sol puestas, y una piña colada que me endulza siempre el momento a falta de mujeres. El azúcar es algo que no me preocupa. La falta de baterías rápidas y una guitarra ardiente detrás mía si. Desde hace 3 meses solo veo dibujos pintados en troncos de árboles y brújulas rotas por el suelo. Quizás alguien se perdió en esta ventana y está buscando una salida a su laberinto a través de los dibujos. La vida aquí es triste, pero tal vez en otro lado sería peor. Jugar partidas de ajedrez con la muerte es siempre otra gran opción para entretenerse y luchar. O ver películas de John Waters. Pero quiero música. Y esta nunca llega. Las guitarras suenan lejanas y mi teclado está roto. Como el sueño. ¿Alguien podría pasarme un trozo de celo y pegar los papeles oníricos de mi vida real?. Me pregunto si algún día volverán esos momentos. Aunque las tardes de buhardilla queden lejanas. El viento no se lleva las cosas. No, eso son gilipolleces. Y por suerte, o por desgracia, la música siempre es infinita. Como el mar.

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